lunes, 7 de agosto de 2017

Sangre sobre satén negro

(Re)Leído en agosto de 2017. Aprovecho el período de vacaciones para hacer relecturas de cómics a los que por un motivo u otro apetece volver. Y regreso a algo que en mi primera adolescencia me fascinó completamente: Sangre sobre satén negro, una historia larga (seriada en tres entregas) de Doug Moench y Paul Gulacy que apareció en nuestro país en los números 17, 18 y 19 de la revista Creepy (Toutain Editor, 1980) —y originalmente en los números 109, 110 y 111 de Eerie (Warren Publishing)—. Se trata de un estupendo thriller satánico que combina el relato detectivesco con una visión pulp del satanismo, el folk horror británico y guiños literarios más o menos evidentes, como los dedicados a Lovecraft —usar el nombre Azathoth para denominar a un demonio “clásico” no deja de tener su gracia— o a François Rabelais —calificar a una bacanal de “rabelesiana” es casi un mensaje oculto—. Aunque, tanto en diálogos como en los abundantes textos de apoyo, el estilo de Moench está quizá más cercano a las formas propias de los últimos sesenta que a algo escrito en 1979, la escritura de Sangre sobre satén negro es funcional y, sobre todo, ajustada al público de gusto más clásico de las revistas Warren. Donde indiscutiblemente brilla la historia es en el dibujo de Gulacy, con aquel realismo estilizado tan propio del discípulo aventajado de James Steranko, que abunda en viñetas espectaculares y pasmosamente detalladas, sin perder por ello la fluidez narrativa. Moench y Gulacy forman, sin duda, uno de los grandes tándems creativos de la historia del cómic estadounidense y piezas como esta Sangre sobre satén negro merecen no quedar sepultadas en la memoria por el peso de la portentosa maestría mostrada en los trabajos que la pareja de artistas hizo para Marvel y DC.

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